I mperturbable descendió calles sin fin; arriba abajo, abajo arriba. La estación gris, hasta silenciosa. De pronto, entre él y la nada una cabellera roja, incandescentemente roja. Subió al vagón detrás de ella, corrió detrás de ella... La perdió. Tenía que volver a ver ese color, ese ondular del cabello al viento. Corrió, empujó cuanto ser se interpuso en su carrera, y al fin la vio. Allí estaba, del otro lado del cristal sucio de dedos y desesperación. Tenía que alcanzarla. Cruzó la puerta segundos antes de poder perderla para siempre. Otra vez corrió, esta vez escaleras arriba. Con todo su ser corrió. Y allí, afuera, donde se eleva el monumento sin sentido de la ciudad, volvió a tenerla cerca, volvió a sentir su roce de fuego. Tan cerca, que pudo oler el carmesí de esos cabellos. Aspiró hondo, se llenó de esa preciada melena. Y respiró aliviado, entregado. Y luego volvió la calma y volvió a ser todo gris, el color rojo, la sua
Escribo porque me libera y me sana. Porque soy más yo en cada palabra. Porque cuando en la vida me pierdo, escribiendo me hallan.