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#Microcuentos

Rétame y te escribiré un microcuento...



"Impuntualidad"
Salió de la iglesia corriendo. Llegó a la casa exhausto, dos minutos tarde para cenar. Sobre la mesa, como un altar, conejo con huevos. Y en la alfombra sin colores, goteaba lenta y profusamente cada gota de sangre que se derramaba de la garganta de su amada, que no pudo esperar.


"Fuertes cadenas"
Justo cuando me propuse soltarte, vienen tus ojos a perseguirme. Tu número insiste en aparecerse en todos lados. Tu verbo habla a través de mis pronombres, tu ausencia se hace cada vez más presente, tu tiempo ocupa todo mi espacio. Quiero soltarte y todo me 
ata a vos.


"Entendimiento"
Y aprovechó la densa lluvia para confundir su llanto. Lágrimas que parecían gotas, gotas que evapora el aire, aire que se transforma en viento. Ese día comprendió que no hay nada que no maneje el destino.


"Nunca más"
La agarró del cuello, la zarandeó, la ahogó, la molió a golpes, la hizo llorar, intentó callarla cada oportunidad. Ella se cayó, se volvió a levantar. Una mañana pudo atajar las piñas y pudo defenderse del destino, esquivando las trompadas. Ese día fue libre.


"Sin coraje"
Aprendí a sacar del cuerpo tus caricias, tus besos de mis labios, tu amor de mi corazón. Pero tu mirada me persigue, mis ojos no ven más que tus ojos negros, aun en mis sueños. Llevo esta pesada carga por no tener el coraje de Edipo.


"Adaptación"
Ese fatídico lunes salió el sol e hizo el trabajo que mejor sabe hacer: orientarnos entre la bruma de la ciudad. Y entonces ella se ubicó y vio más claro y dijo basta. El destino, con el tiempo, supo entender y reacomodarse también.


"Última batalla"
Nunca fue tan fácil reconocer la derrota como aquella noche crucial, única e irrepetible, en que la muerte no dejó ninguna duda de quién salía victoriosa.


"Mal de amores"
Si le hablaba se le paralizaba el corazón, si no le hablaba se le quebraba el alma en mil pedazos. No había forma de salir indemne de ese amor.


"¿Casualidad o causalidad?"
Y sacando lentamente el cuchillo de su pecho, le susurró al oído: -también fui yo quien llenó tus días de causas que vos creías casualidades.


"La pesadilla de Monterroso"

Tenaz como pocos, un dinosaurio jamás se conformará con ser solo parte del sueño de un escritor. Es por eso que perpetuará sus días al pie de su cama, siendo encontrado siempre allí al despertar.


"Micromachismos"

Es la peor escoria machista: egoísta, manipulador e invasivo. Se coló sin permiso alguno en mi cabeza y me dejó pensando en él de por vida.



"Promesa"
Se juraron pasar cada noche juntos, aunque siempre estuvieran enredados en otros brazos.


"Preocupaciones divinas"
Zeus, sentado en el Olimpo junto a otros dioses cada tarde mira hacia la Tierra, observa el universo moderno y se lamenta:

—¡Cuánto trabajo en vano, compañeros! Es una raza perdida.

Luego lanza uno de sus rayos hacia algún punto de este mundo humano y despreciable.



"Despedida"

—Al fin y al cabo, tu único mérito fue siempre estar ahí cuando yo despertaba —dijo Monterroso, mientras el dinosaurio se despedía para nunca más volver.


"Terapia"

—Tengo un sueño recurrente, Doctor.

—Cuénteme -dijo el psicoanalista.

—Sueño siempre con un tal Augusto Monterroso que se despierta y ve que todavía estoy allí.


"Golpes"
Toc toc, golpeó a las puertas del Cielo. Knock knock, intentó en otro idioma. Pum pum, hizo como cuando era pequeño. Pero nadie jamás respondió.


No hay onomatopeya para el silencio, fue lo último que pensó antes de rendirse y descender al Infierno, abierto siempre las 24 horas.


"Puro cuento"

—¿Por qué nunca lees novelas románticas? -le preguntó un príncipe azul.

—Porque los amores que allí se cuentan son mentiras -contestó la más simple de las mortales.

Él la besó con dulce amor de cuento.

Ella entonces lo abofeteó.



"Dos grandes"
En un universo paralelo, cuyo tiempo es simultáneo y no lineal, Edipo y Freud se agradecen eterna y mutuamente con las mismas y recurrentes palabras:

—Gracias por existir, Maestro. Sin usted mi vida no hubiera sido la misma.



"Amor ciego"
Ni tu verruga arrolladora en la nariz, ni el verde de tu piel cuando no tomabas sol, ni siquiera cuando después de aquella cena vomitaste hasta un gusano. Desde esa noche y para siempre te amé.


"Inverosímil"
Insistía intransigente e invariablemente en hablar solo de sí. Incongruente era su discurso. Inconsistentes olas de sí mismo incautaban toda otra opinión. Inmaduro y sin intento alguno de invertir su ingenio, lo declaré, indudablemente, inimputable. 



"La dificultad del ave fénix"
No crean que es todo color de rosa para el ave fénix. Difícil es resurgir de sus propias cenizas antes de que sople el más mínimo viento que las esparza y complique su destino de eterno retorno.


"Otro punto de vista"

Cuando despertó, Augusto Monterroso ya no estaba allí, pero al dinosaurio poco le importó.


"Siempre por Monterroso"

Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí. Esperó a que abriera los ojos y me dijo: 

—Todo es culpa de Monterroso, lo nuestro terminó.

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