La piel.
La más extensa,
la más intensa,
la que conjuga los cinco sentidos.
Niña caprichosa,
no entiende de tiempo
ni de rutina
ni de lealtad.
La piel,
pura química
que explota, que provoca
que se desboca con tu boca.
No mide daños,
no razona,
no explica,
ni se explica.
Piel
que no perdonas
y si te aburres,
abandonas.
Y mudas a otras pieles,
a otros quereres
que te hagan sudar,
vibrar, soñar.
Y vuelves a empezar
tu derrotero adictivo,
hasta que encuentras
de nuevo,
esa otra piel
que te enloquece
que te apasiona
que tuerce tu destino
que huele el placer
que mira con mil ojos
que sabe a redención
que escucha al corazón.
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