Ir al contenido principal

#LePongoOndaADiciembre #Día1


Diciembre, al menos en Buenos Aires en general y para mí en particular (soy como el Grinch del doceavo mes calendario), se transforma en treinta y un días terribles de corridas, de términos, de fechas impostergables. Como si se acabara el mundo y no el año. Como si el 31 de diciembre fuera el último día de nuestras vidas y no uno más; así vivimos en esta caótica ciudad la mayoría de las personas, durante este aciago mes. 

Hoy, 1° de diciembre, recién llegada a mi oficina, mientras colgaba mi cartera, me asomé a la ventana. Siempre lo hago porque me gusta ver el inmenso parque que supo ser una cárcel (cambio rotundo que agradezco infinitamente)y el cruce de dos avenidas, con todo su espectacular bullicio, traqueteo y colorido de coches y gentes. Echo una mirada al afuera antes de sentarme y ponerme a trabajar, como pidiéndole permiso al día y avisándole que en unas horas me encuentro de nuevo con la calle y el espacio abierto. 

Decía que hoy, entonces, con el inquieto diciembre recién empezando, vi este colectivo y no pude evitar una mueca de generosa sonrisa ante la picardía y genio de mis compatriotas. Me alegró el día y el comienzo del mes más choto del año. Por eso, ni bien tomé la foto, me propuse subir todos los días de este mes algo que me valga la pena no mudarme a Marte hasta el 2 de enero.
#LePongoOndaADiciembre #Día1
#CampañaAntiGrinchDeDiciembre
La imagen puede contener: exterior



Comentarios

Entradas populares de este blog

Luna de sangre

Eclipse de sangre llaman al momento en que la luna pone su cara ardorada, roja de ardores nocturnos, de intentar infructuosamente que su amado sol pase, alguna vez, una noche junto a ella.  Los lobos aúllan su llanto, pero el rey Febo aún no quiere darse cuenta.

Otoño

Vino el otoño con sus mañanas frescas, con sus hojas secas, con el sol remolón y las noches tempranas de luna lejana. Vino el otoño de rocío y crujidos. Vino el otoño a susurrar tu nombre en el viento y a recordarme cuán fría es tu ausencia cada vez que me toca un rayo de sol.

El árbol

Me gusta recostarme sobre la hierba y contemplar el cielo a través del follaje de nuestro árbol del bosque.  Recordar las promesas, las caricias, las risas y los sueños de los que él fue testigo.  Buscar y encontrar las iniciales que grabamos a cuchillo en su tronco macizo.  Sentir que cada una de sus hojas y yo sabemos bien que, recordándote, sigues aquí conmigo, aunque tu cuerpo ya se haya ido.