Su pequeñito espacio se agigantaba cuando un libro caía en sus manos.
Empezaba desde la primera página a recorrer lugares, conocer personas, enamorarse de unos amantes impensados.
Era
la reina de mil países cuyas fronteras se expandían o contraían a su
antojo.
Innegable e indudablemente, el universo entero entraba por sus ojos y era de ella, por completo, el mundo cuando leía.
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