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Breve reflexión subjetiva sobre el amor

Cuando amamos intensamente aprendemos a corrernos para dejar espacio. A veces tenemos que irnos y esperar de nuevo que nos llamen. Con seguridad ese llamado vuelve y con certeza cuesta y es larga la espera.

Cuando queremos bien es preferible doblar bien chiquitito el orgullo y guardarlo en algún lugar donde no se note y que sea de difícil acceso, para no tenerlo a mano y sacarlo en el momento menos preciso.

Si el amor que profesamos es verdadero y presume de infinito, es necesario salvaguardarlo de ataques de ira y conservarlo en un frasco lleno de paciencia, bien tapado y en lugar fresco.

Si tenemos la certeza de que ese amor es único, irrepetible y para siempre, debemos saber que tendrá días buenos y muchísimos malos, casi que pueden parecerse al odio, y no perder de vista que, aunque creamos que nuestro amor es inconmensurable, no puede medirse ni pesarse ni compararse. Nadie ama igual; se ama y se deja huella, única como huella dactilar. Así, sin más, sin secretos, sin recetas, solo amar. Lo demás tiene que poder venir solo. 

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