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Música de lluvia

Lunes en todo el mundo. Lunes de verano, lluvioso, húmedo, pegajoso en Baires, hemisferio sur, Argentina, América Latina. El orden de los factores no altera el producto. 
   Empezar una jornada laboral un lunes lluvioso torna a los trabajos grises, de rutina gris, de expectativas chiquitas e insignificantes. Imparable la lluvia desde ayer, domingo, día depresivo por excelencia. En esta ciudad no soportamos muchos días sin sol. Me pregunto qué harán en otras ciudades nórdicas (Londres es la primera que se me ocurre) donde el sol sale poco, el frío acucia y aun así la vida sigue. De este lado del Universo a nosotros nos tira quedarnos en casa, haciendo nada, pensando en nuestros pensamientos más ocultos (oscuros, quizás). Nos vuelve huraños, nos pone de mal humor. Por eso me intriga el día a día de esos otros lugares tan lejanos. Por infinitas lecturas más o menos nos hacemos una idea de esos días aciagos, pero las vivimos a través de los personajes de las historias que leemos, pero ¿cómo es un día cualquiera de lluvia constante para otros habitantes de la Tierra?
  Mi antídoto natural contra la venenosa rutina es, sin dudas, escuchar música. Es de las pocas cosas que me sumergen en el placer cuando los días son tan a contramano. Una melodía, una voz, un piano y una guitarra afinados, arreglos musicales justos... todo suma a la hora de trasladarme de tanto gris a la dulzura, o la alegría, o la paz. Y así, escuchando bajito, haciendo carne la letra es que remonto vuelo, me despego del piso húmedo y vuelo por este y todos los mundos posibles, de este y el otro hemisferio.
   Y si de música hablamos, ¿por qué no pensar e integrar a la lluvia como parte intrínseca de esa melodía para que sea también nuestra cotidianidad? ¿Por qué no hacerla parte inseparable del sonido de nuestra vida?      
  Aprovechar el ruido sincopado de las gotas sobre el techo. Encontrarle otro sentido al sonido de los coches sobre el asfalto mojado. Oír bien el ruido de las hojas de los árboles que se mueven pesadas de agua. Apreciar en su ritmo exacto el chapoteo de algún niño en los charcos. Encontrar la onomatopeya precisa de la lluvia a través de cada gota será la tarea que tengamos hoy en este lunes mojado para no caer en manos de la tristeza pegajosa que invade hoy esta ciudad.  

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