La dulce voz de Marisa Monte me hace sentir en Río, aunque no lo conozca y solo esté viendo edificios desde el frescor del balcón. Vacaciones chiquitas salieron este año, igual disfruto de estos pequeños placeres: mate, tostadita con mermelada, libro de turno, musiquita de fondo... Entrar al living supone una vuelta a la realidad de pensar qué hacer de comer, lavar la ropa, limpiar los filtros del aire, tender las camas y miles de etcéteras ante los cuales tengo que rendirme. Mejor con música, siempre, mejor con una sonrisa, seguro.
Día de vacaciones donde todo se hace igual que el resto del año, pero con el reloj marcando más despacio el paso del tiempo. Eso ya es bastante, es mirar el vaso medio lleno también. Es saber que, como no estorba ni me corre con sus agujas filosas de culpas, puedo —cuando así lo necesite y decida— parar y seguir leyendo, volando por otros mundos y otras épocas.
Marisa dice en una de sus canciones que para oír basta abrir los poros. Yo lo creo así también. Cuando escucho su música o cualquier otra, todos mis poros se abren y vuelo a donde esa melodía me transporte. También me sucede al leer. No solo son mis ojos los que leen una letra al lado de otra, generando una palabra y varias de ellas juntas un sentido, una idea; es mi mente entera la que viaja a través de ellas. Me toman y me montan en su vuelo. Viajo en ellas y con ellas a la Edad Media, a la Revolución Francesa, a la dictadura argentina. Me enamoro, lloro, creo, soy un cura confesor en una iglesia vieja, deduzco como Sherlock Holmes, me caigo de borracha en el empedrado de alguna callecita vieja en mi Buenos Aires querido. Entra por los poros también lo que leo, por cada rincón de mi piel para sentir lo mismo que sus protagonistas. Sin dudas las vacaciones fortalecen y le dan mayor espacio a estas actividades que me llenan tanto en cuerpo y alma y me permiten ser una mejor persona, que disfruta de su tiempo sin temores, ni rencores, sin censuras ni realidades que corroen la vida.
Leer, escuchar música, obviamente escribir me hacen ser una persona completa, me aligeran las penas inevitables del día a día. Me forman, me completan. Luego, me doy de una manera más serena a mis hijos, a mi alrededor, a mí misma. Es un círculo virtuoso donde fluye todo de manera más aceitada, con más amor que entra y sale y reconforta.
Vacaciones, libros, música, este pequeño blog... un combo que cuesta poco y sale con fritas. Mi yoga, mi cable a tierra, mi luz sanadora, mi karma, mi resurrección.
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