Confieso que era bastante enemiga de las sagas o las trilogías, literarias o fílmicas. Confieso también que soy bastante soberbia y selectiva en mis lecturas. Eso obedece un poco a mi carácter y otro poco a la vastedad y la infinidad de autores y libros a leer. Leo desde que soy muy pequeña, leo mucho además, incluso dos o tres libros al mismo tiempo; sin embargo no alcanza. De esto me di cuenta hace ya varios años y a medida que pasa el tiempo, se va haciendo más palpable la imposibilidad de leer todo lo que quiero y todo lo que debo, por la finitud que me hace un ser humano. Visto y comprobado esto, opté por no embarcarme en trilogías que podían repetirse y aburrirme o en sagas interminables y agobiantes. Pues, debo admitir (con todo lo que eso me cuesta) que me he topado con una atrapante trilogía y una saga que me han cerrado la boca (con lo difícil que es eso). Ambas me han aportado todo lo que busco al abrir un libro: grandes historias, inmejorables descripciones de épocas o paisajes que me han hecho volar, personajes entrañables y odiosos, suspenso e intriga que me hacían sentir en una montaña rusa (como dice una amiga por ahí) y las ganas de seguir indagando en la trama.
No significa que me haya convertido en una adepta del género, significa que a veces está bueno darle una oportunidad a lo que no se conoce. Siempre se está a tiempo de desandar el camino recorrido y retomar otro y, fundamentalmente, si tomamos la senda correcta, disfrutarla enormemente. Pasa con los libros y pasa con la vida.
No significa que me haya convertido en una adepta del género, significa que a veces está bueno darle una oportunidad a lo que no se conoce. Siempre se está a tiempo de desandar el camino recorrido y retomar otro y, fundamentalmente, si tomamos la senda correcta, disfrutarla enormemente. Pasa con los libros y pasa con la vida.
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