Insistía intransigente e invariablemente en hablar solo de sí. Insignificante ignominia
incongruente era su discurso.
Increíbles e incontingentes olas de sí mismo
incautaban toda otra opinión.
Insufribles momentos insidiosos surgían
inmediatamente al abrir la boca que, inacabable e
inabarcablement e, no paraba de
decir insensatas, infinitas e inciertas sentencias que, inequívocamente, increpaban a
diestra y siniestra, no insinuaban nada y solo incitaban el insulto y la
infamia.
Incomprensible modo infantil de ser y vivir.
Inmaduro, intratable ser
sin intento alguno de invertir su ingenio.
Lo declaré,
indudablemente, inimputable.
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