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El mar

Allá a lo lejos el infinito, finito solo en el horizonte, donde dos inmensidades se unen en una sola línea recta.
    Mis pies se van hundiendo lentamente, se entierran despacio y tibiamente hasta formar parte de un todo. El líquido helado en contacto con la piel eriza al más insensible.
    Dios, como enojado, sopla su aliento y arremolina mi cabello, dejándome sorda de sentimientos, muda de palabras. Cálido viento peleando palmo a palmo con el sol abrasador.
   El sol abraza mi cuerpo y solo unas nubes danzarinas dan respiro al intenso calor que manan de sus profusos rayos.
    El olor salado que penetra en las venas les da un sacudón de energía.
  La infinidad que minimiza todo problema, la inmensidad acogedora como los brazos de una madre poderosa, el silencio arrullador que permite escuchar el interior.

   El mar: imponente caudal de agua que hipnotiza todos mis sentidos, extasiándome de un placer perenne e inefable. 

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