Los adultos tenemos eso de intentar e intentar que todo salga al revés y sea medianamente difícil y problemático. Pasamos horas preciadas en boicotear todo y boicotearnos la vida. Como si huyéramos de las cosas simples. Entonces ponemos peros, manipulamos los sentimientos propios y ajenos, discutimos lo evidente. Pero ahí, justo ahí cuando menos lo esperamos, viene un pibe y de una patada de inocencia y buena onda te voltea el tablero de quilombos. Y sin un pelito de envidia ni maldad lo transforma todo en liso y llano, en simpleza absoluta, en una paloma blanca, sentada en un verde limón, cantando "pero sí porque te quiero a ti". Así, sin vueltas, caprichosamente sincero y cariñoso.
Los pibitos, tanta empatía y sabiduría toda junta en envase chico pero rendidor.
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