En nombre de los más necesitados, los poderosos se reunían a dirimir, al fresco del aire acondicionado y café mediante, quiénes tenían la culpa de la triste realidad de los abatidos. La responsabilidad nunca era propia, siempre se tiraba la pelota al bando contrario, como en el juego del "quemado". Y afuera se quemaban de impaciencia los mismos desesperados de siempre, quienes jamás tenían la culpa, pero eran los únicos castigados.
Escribo porque me libera y me sana. Porque soy más yo en cada palabra. Porque cuando en la vida me pierdo, escribiendo me hallan.
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