Sábado de lluvia, rayos y truenos. Por momentos, pareció que explotaba el día; seguro explotaron varios corazones hoy.
Agua que cayó intensa y mojó por completo nuestros cuerpos cansados.
Me gusta creer que la lluvia es salvadora y sanadora. Nos permite llorar lágrimas de nuestra propia impotencia y le pedimos prestadas sus gotas porque solo llorar no siempre alcanza. Aprovechamos los truenos y rugimos un odio intenso y escondido. Nos austamos un poco con cada rayo porque nos sentimos bien chiquitos ante semejante magnitud luminosa y energética.
Esperábamos algunos esta lluvia purificadora del aire denso de toda la semana, este aliento húmedo y refrescante.
Agua que regala el cielo, a veces como magia y a veces como castigo, para lavar pecados, dolores, desazones y recomenzar, reverdecer, seguir más fuertes para el tiempo que tengamos que seguir.
Y se renuevan las ganas, así, con mucha potencia, como el sol de hoy que salió tarde, pero nos regaló, igual, un naranja intenso para colorear una vez más esta vida tan llena de altibajos.
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